Heliodoro es el abuelo de Mónica, amiga mía desde mi más tierna infancia, y de la que ya os he hablado en varias entradas.
Para celebrar sus nada más y nada menos que 89 años ha invitado a comer a toda su familia. Mónica pensó que sería un regalo especial una tarta personalizada. Él es de Segovia. Segovia es una de las ciudades españolas que tengo pendiente de visitar. Para mí pensar en Segovia es visualizar el acueducto y el cochinillo asado (sí, me gusta comer, y España es un monumento gastronómico por completo). Perdonadme los segovianos mi desconocimiento del lugar. El cochinillo no lo veía yo en un pastel, jaja, así que quedamos en hacer el acueducto.
La primera idea era hacerlo con fondant, pero al empezar a recortar no lo vi claro, no iba a quedar bien. Y recortar piedrecita a piedrecita para componerlo en el pastel no era viable. Encontré un dibujo esquematizado del acueducto y lo copié, pintándolo con pintura comestible y pincel. Le añadí un poco de sombreado y lo puse en el pastel como si fuera un cuadro.
Heliodoro se ha aficionado también a los Sudokus (yo he llegado a tener auténtico vicio con esto, me lo descargué en el móvil y todos los viajes en tren hacía ssudokus) y me pareció divertido poner un Sudoku cayendo por la parte de atrás.
Ha sido un pastel diferente, una hora entera pintando con mi pulso tembloroso. A Mónica le ha gustado mucho. Espero que lo pasen estupendamente hoy en la comida y que a su abuelo le guste el detalle, que es en realidad el verdadero objetivo del pastel.
Es un bizcocho de vainilla con almibar de fresas, y relleno de ganache de chocolate negro con trocitos de chocolate negro y blanco. (¡¡¡Y yo a dieta!!!)
Y a vosotros espero que os guste también. La semana que viene me espera con mucho trabajo, uno de ellos preparar mi cumpleaños. A ver si me da tiempo de hacer el pastel que me gustaría, que ya se sabe que en casa del herrero...
Sed buenos y disfrutar de la familia ¡Hasta la próxima!
