Mi abuela cumplió el otro día 88 años. Siempre reune a la familia y comemos en algún restaurante. Este año me dijo que si podía hiciera yo el pastel, pero algo sencillo, lo que quieras, que "como no tienes tiempo no quiero que te entretengas". Pero como no iba a hacer algo bonito para mi abuela, y como me gusta tanto hacer flores, esta era una buena oportunidad para probar cosas nuevas.
En el curso de las chicas de Atelier Sucreme me enseñaron a hacer la peonía abierta (ay, tengo que escribir esa entrada, pero me pasa como con el de Cakes Haute Couture, que quiero hacer unas fotos preciosas y no encuentro el momento perfecto). Pero yo estoy enamorada de la peonía abierta, es preciosa, podéis verla en la página de cursos de flores de Atelier Sucreme. Además me gustan mucho las flores con centro verde y el resto en blanco, hay un tipo de peonía así, me he prometido a mí misma comprármela para el jardín. Patricia Arribálzaga tiene una parecida en una tarta de boda, y en esa me inspiré para probar la peonía abierta.
En espera de conseguir el cortador de peonía, utilicé el que tengo de peonía cerrada, modificando un poco la forma para conseguir los pétalos. La humedad no jugó a mi favor. Ya había visto los efectos de la humedad en una peonía, ¡da una pena!, y a pesar de estar el jueves a 20 grados, estos últimos días de lluvia hicieron que algún pétalo llegara algo roto al restaurante, y la flor más abierta. Y tampoco la luz era buena para hacer fotos.
Para completar, unos rosetones a modo de medallón y unas hortensias, y este entredós tan bonito que compré en una mercería de esas pequeñitas de barrio de toda la vida que hay al lado del trabajo. Una pareja mayor y encantadora, me encantan esas tiendecitas tan cercanas.
He disfrutado mucho haciendo este pastel, porque me encanta hacerlos y porque todo el cariño que ponía era para una persona querida. Un pastel digno de una boda, para mi abuela Juana, porque ella lo vale.
Los sabores eran: piso superior, bizcocho de naranja con almíbar de naranja y ganache de chocolate negro; piso inferior, red velvet sin red con almíbar de chocolate y ganache de chocolate con leche.
Y nada más que contar, comilona, pasteles y el típico discurso de mi abuela, siempre se inventa alguno en las reuniones familiares, o recita alguno de los que se decían hace muuuchos años, menuda memoria tiene, ya quisiera yo la mitad.
Pero me quedo con su frase final, "no hay suficiente dinero en el mundo para pagar lo que yo tengo". Pues claro yaya, te queremos, hijos, hijas, amigos, sobrinos, nietas (sí, porque nietos ninguno, 7 nietas, je je), biznietos y biznietas (9 ni más ni menos), porque te lo mereces.
¡Hasta la próxima!